jueves, 21 de enero de 2016

"Un mundo feliz" de Aldous Huxley

  “Tercer libro del año”


   “Un mundo feliz” no fue un libro que yo quisiera tener. Formó parte de una lista (bastante negra) de libros que debía leer por obligación para la carrera de profesorado de lengua y literatura, una de las carreras que he abandonado obviamente. Por supuesto el libro fue migrando conmigo por ahí y jamás sentí culpa por no leerlo. Tenía por lo menos dos buenas razones para no hacerlo, primero por imposición, la rebeldía me lo impedía. Segundo, por el tipo de género, las novelas de anticipación no eran de mi agrado y menos las de ciencia ficción. Lo terrenal me define necesariamente.

   Con lo primero que uno se encuentra al comenzar el libro es con una especie de visita guiada de la mano de los protagonistas, te convertís inevitablemente en un visitante y te encontrás “turisteando” por este lugar sin previo aviso.

   Si tuviera que dar alguna advertencia al que se adentre en esta obra, probablemente sería que encare las páginas con la mente absolutamente en blanco, no hay otra opción que leerlo dejando lo más lejos posible todos nuestros pre-conceptos sociales, ya que estamos frente a una “filosa sátira del mundo contemporáneo” como sabiamente lo señala en la contratapa de esta edición. Una buena muestra de eso es este fragmento del tercer capítulo, en el que me vi reaccionando con una carcajada:

   “- El hogar, la casa- unos cuantos cuartos pequeños en los cuales se amontonaban un hombre, una mujer periódicamente embarazada y una lechigada de críos de todas las edades. Ni aire, ni espacio: una cárcel insuficientemente esterilizada; obscuridad, enfermedades, hedores.
   (Tan viva era la evocación del Inspector, que uno de los jóvenes, más delicado que los otros, se puso pálido solo de oírlo. Y estuvo a punto de sentir nauseas).”

  Hay muchos fragmentos como este donde el autor impone despiadadamente, pateando el tablero, las reglas en las que se basará la historia. Este rasgo pseudo autoritario de Huxley me gustó mucho. Lo hace responsable de mi inédito interés por este género.

   El relato cobra una fuerza y consistencia palpables con el avanzar de los capítulos, cada uno con un planteo explicito o implícito haciendo que, antes de dar el salto al siguiente capítulo, el lector no tenga más remedio que pensar (unos segundos por lo menos) en lo que acaba de leer y en como toda esta información libra una batalla contra los conceptos e ideas más profundamente arraigados durante toda su vida y hasta el momento de leer esta atrevida historia.

   Este hombre pasó de ser un autor impuesto por un programa académico, a ser un autor al que le dedico felizmente una reseña para mi blog.

   Me llevo grandes propuestas para pensar, puntos de partida desde una perspectiva desconocida y original. Los personajes tan bien definidos despiertan la necesidad de tomar partido por uno u otro, es muy fácil (o por lo menos para mí lo fue) empatizar con ellos en muchos momentos de la historia que resultan tan distintos a las situaciones cotidianas que nos tocan vivir en el contexto de esta vida.

   A. Huxley te da a conocer un mundo distópico muy atractivo y crudo.

   Solo puedo pensar, después de este autor, en: “¿Qué haría yo si…?”.   
  

   

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